Homenaje.
Por Elízabeth Silva Rodríguez.
De una hermosa semilla nace un árbol, con raíces fuertes, hermosas flores que esparcen su perfume por doquier, de ellas brotan frutos que servirán por siempre a la humanidad.
Esas son nuestras mujeres, las cubanas, que marcharon a la manigua, a pelear contra el colonialismo español sin debilidades ni miedos.
Como flores escondían en sus pétalos mensajes para llevar a los mambises, la mariposa nuestra flor nacional, fue testigo de la ingeniosidad y valentía de las cubanas.
Mujeres que parieron hijos para hacer libres su patria, como Mariana que no se amedrentó cuando la muerte le arrebató a uno de sus hijos, sino que le pidió al más pequeño que se empinara para que luchara por la independencia de Cuba, o como Manana, que dio un hijo símbolo de amistad y fidelidad a Antonio Maceo y a la tierra que lo vio nacer.
Durante la neocolonia, féminas ocuparon un lugar importante en la lucha contra el opresor, en ellas fue depositada la confianza de hombres de la talla de Guiteras: Elena Ascuy fue una mujer a la que se podía entregar cualquier tarea por difícil que fuera pese a su condición de mujer y el contexto histórico que le correspondió vivir.
A través de la historia la mujer cubana supo cual es el papel que le corresponde desempeñar, dónde estaba su lugar, su deber.
Ellas, educadas en hermosas tradiciones de luchas, vieron frustrados sus ideales libertarios con la imposición de la neocolonia, comprendieron su verdadera significación: un cambio de amo, por ello continuaron en combate.
El movimiento 26 de julio supo de la capacidad organizativa, aglutinadora, amor y desprendimiento sin límites de mujeres en aras del logro de la verdadera libertad.
Haydeé y Melba, protagonistas del asalto al Cuartel Moncada, premiaron la obra con la miel de su cariño para quedar por siempre en su tierra agradecida.
La sierra y el llano fueron testigos de proezas inolvidables con inmensa ternura, cubanas que lucharon para acabar con el régimen de oprobio.
Celia, la flor más autóctona de la Revolución, brilló con luz propia, inspiradora de la lucha clandestina con profundo amor martiano, conocedora del momento que le correspondió vivir y la necesidad del derrumbe de la dictadura batistiana.
Muchachas fueron también las que dieron un paso al frente en la campaña de alfabetización, las que llevaron la luz del saber a cada rincón de este pueblo para hacerlo verdaderamente libre.
La mujer cubana, reivindicada en sus legítimos derechos desde el primero de enero de l959 se abrió paso a todas las tareas que la naciente revolución puso en sus manos. Miliciana, trabajadora, estudiante, con deberes y derechos como realmente le correspondía dan lo mejor de si para hacer que esta gran obra continúe el camino elegido por todas.
No existe nada que no sea capaz de hacer una cubana, educada en los más grandes valores humanos, en la sensibilidad, el amor al prójimo, la solidaridad.
Las muestras de cooperación y ayuda que brindan nuestras profesionales en otras tierras del mundo dan fe de ello.
Deportistas, profesoras, médicas dan muestras de fe en el futuro, del mejoramiento humano, de apego a la justicia social, de la realidad de construir un mundo mejor, mujeres que desafían distancias y sentimientos para darle cumplimiento a su deber por difícil que sea, con el amor y el humanismo adquiridos en su formación.
María, Moraima, Marlen, Alba, no importa el nombre, lo importante es la obra que protagonizan y la valentía con que lo hacen, los necesitados de la tierra lo agradecen. Hasta todas ellas, mi homenaje.
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