Vergüenza y amor infinito a la libertad.
Por: Elízabeth Silva Rodríguez
Con ideales convincentes y bien definidos, un cubano amante de la Patria y la libertad, Carlos Manuel de Céspedes le dio la libertad a sus esclavos en el ingenio La Demajagua, siendo ésta la génesis de la Guerra de los Diez Años, en la que hombres valientes como los Maceo, Máximo Gómez, Agramante y muchos más materializaron sus ansias independentistas y se lanzaron a la manigua en busca de ese objetivo.
Era uno de esos días que quedan para siempre en la historia, preñado de heroísmo y marcados para siempre por el coraje de los cubanos.
Se ponía en juego el destino de Cuba, continuaba la guerra o se pactaba la paz después de diez años de guerra incesante contra el colonialismo español.
El peninsular Martínez Campos se encargaba de llevar adelante una alianza con España y así darle fin a la guerra en los campos insurrectos.
Ante esa propuesta se alzó la dignidad y valentía de los cubanos en la voz de un bravo mambí: Antonio Maceo Grajales, uno de los más combativos y arriesgados guerreros de la historia.
Al llegar el militar español con la propuesta del Pacto del Zanjón, la respuesta de Antonio Maceo, el Titán de Bronce no se hizo esperar: ¡No . No hay pacto, mis compañeros y yo seguiremos la lucha ¡
Este viril hecho de la historia de Cuba quedó para siempre como la Protesta de Baraguá, acontecimiento que encierra los mejores valores de vergüenza y amor infinito a la libertad, a la tierra que nos vio nacer y a la decisión de luchar hasta vencer con tal de no ver la patria sojuzgada.
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