Un corazón lleno de amor para repartir
Por Elízabeth Silva R.
De José Martí aprendimos que la medicina es como el derecho, profesión de lucha, se necesita un alma bien templada para desempeñar con éxito ese sacerdocio, y con verdadero éxito lo desempeñan nuestros médicos, que van de puerta en puerta, de alma en alma repartiendo salud y amor por el mundo.
Los galenos cubanos traspasan barreras, comparten su cariño y habilidades con quien necesitan la cura para encontrarla en su manos.
No solo la medicina sana, sino el afecto y apego con que practican su profesión. Donde los necesiten, por lejano que sea, acuden sin vacilar.
Superan nostalgia, necesidad de estar junto a los suyos y hasta el privilegio de ver crecer a sus hijos para cumplir con el deber.
Mi corazón de madre vive feliz, por el privilegio de tener una hija que dio el paso al frente para ayudar a quien la necesitara en otras tierras. Lo hizo sin esperar recompensas ni privilegios, sino impulsada por la aleccionadora presencia del Che en su vida y en su formación como persona.
Mi felicidad aumentaba cada vez más al conocer los resultados de mi hija en su labor, eficiente, disciplinada, defensora de la patria.
Sus conocimientos le permitieron formar a otros médicos con la exigencia y austeridad que la caracteriza.
No exagero en sus cualidades, ella es el reflejo de una joven formada en esta sociedad, en los valores que los caracterizan a todos los que nos educamos en las ideas del Apóstol, del Che y Fidel.
Venezuela supo de su sacrificio, entrega y constancia por seis años que duró la misión.
Su pequeña hija nunca estuvo separada de ella, el orgullo de tener una madre internacionalista, siempre estaba en su pensamiento y acción.
Si algo de más vivo orgullosa, es de su carácter delicado y dulce, con un corazón lleno de amor para repartir.
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