Una obra invencible para siempre.
Por: Elízabeth Silva R.
Joven, pero madura y con mucha seguridad en sus actos, convencida de que el camino por recorrer era largo, con inconvenientes, originados por un enemigo que no escatimaría ningún esfuerzo para agredirla, se empina la Revolución naciente; solo dos años del comienzo de sus primeros pasos y trataban de destruirla.
Era mediados del mes de abril, el cielo se oscureció, los aviones dejaron caer su furia, mercenarios y traidores invadían, la tierra se tiñó de rojo.
Jóvenes sin grandes conocimientos militares, pero con una profunda convicción de defender la patria a cualquier precio se enfrentaron al enemigo, a la vanguardia, Fidel, sin temor a las balas ni peligros, dirigía el combate.
La Revolución, con seguridad y madurez, convencida de la superioridad del enemigo en armamentos y preparación, pero no en convicciones y amor a una causa, venció; en menos de 72 horas aniquilaron a un contrario poderoso; el amor a la patria y la necesidad de defender la obra de los humildes y para los humildes, triunfaron. Pudo más la dignidad de un pueblo que la cobardía de los intrusos que osaron invadir nuestras costas.
Abril se convirtió para siempre en el mes de la victoria. Un pequeño país, sin apenas armamentos ni gran preparación en el orden militar en ese entonces, pero con inmenso amor a la libertad y la autodeterminación de un pueblo que eligió su destino, se alzó y con sangre de jóvenes nobles cultivó una obra invencible para siempre.
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