La esperanza del mundo
Por: Elízabeth Silva R.
Martha Iris es una niña feliz; por estos días termina un nuevo curso escolar, con sus nueve años comenzará el quinto grado.
Muchas razones tiene mi pequeña nieta para estar colmada de alegría y complacencias: alcanzó buenas calificaciones y se siente dichosa por hacer todo lo que le gusta, por ejemplo, leer, ser una más en la emisora donde trabajo, es locutora de programas infantiles y lo hace con una gracia singular en ella, por su forma de hablar y conducirse.
Otra de las razones es el nacimiento de su nuevo hermano: Yoel Ernesto, un pequeño de solo dos meses que tiene muchos motivos para tener asegurada la vida.
Nosotros no tenemos por qué preocuparnos, mis nietos tienen su futuro asegurado; atención médica, educación, seguridad de sus vidas , desarrollo de su vocación; tienen el privilegio de jugar, correr, reír, vivir felices, protegidos por una sociedad que respeta sus derechos, que les asegura un futuro lleno de bienestar y dichas; mis nietos no tendrán que trabajar en su niñez, no tendrán que limpiar parabrisas de automóviles, ni serán explotados por nadie, porque aquí ellos son el mayor tesoro, para ellos trabajamos, porque ellos son la esperanza del mundo.
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